Desde el siglo XIX aparece Santa Brígida mencionada en numerosos estudios realizados por expertos naturalistas europeos. Estos científicos quedaron asombrados por la variedad y riqueza de la flora natural. Así, aparecen recogidas en estos tratados de Botánica varias especies como la retama amarilla, en las laderas pedregosas y expuestas del Monte Lentiscal, el aromo en la Caldera de Bandama y Barranco de La Angostura, el mirto o arrayán en Tafira; el matoespuma se cita ubicándolo en zonas próximas a acuíferos, la teresita o el pinito, entre otras.
El clima benévolo, caracterizado por suaves cambios de temperatura, las precipitaciones frecuentes y el frescor de los vientos alisios proporcionan las condiciones óptimas para que las flores silvestres se desarrollen, dando lugar a un paisaje en el que, en primavera, la variedad de formas y colores ofrece todo su esplendor.